En este mes marcado por la vuelta al cole, los
horarios, los libros, carpetas, mochilas y comedores escolares, no viene mal
recordar cómo era la escuela en los tiempos de nuestros abuelos, incluso la de
nuestros tatarabuelos allá por los inicios del siglo XIX.
Es interesante ver como a pesar de que hemos evolucionado enormemente en muchos aspectos, hay otros que en el fondo siguen siendo iguales hoy en día.
Aulas comunitarias
En el siglo XIX y principios del XX,
aunque yo diría que se extendió un poco más, era bastante común en los pueblos
que las aulas fuesen únicas y en ellas hubiera niños desde los cuatro años
hasta aquellos que estaban a punto de dejar de ir porque hacían falta en el
campo. El maestro daba clase a todos a la vez, eso sí, cada uno en su grado.
Los más pequeños se sentaban delante y los mayores detrás.
No había transporte escolar
En esos años no habían autobuses
escolares, ni ningún medio exclusivo para llevar a los alumnos, que se veían
obligados a recorrer a pie la distancia entre sus hogares y la escuela,
distancias que a veces podrían ser superiores a los 10 kilómetros, eso de ida,
a la vuelta había otros 10 y para que nos hagamos una idea, los 20 kilómetros
que recorrían en su día estos alumnos son los que se recorren al realizar una
media maratón.
La falta de transporte escolar es
algo que en muchos casos se ha solucionado, pero en muchos países
subdesarrollados o en vías de desarrollo, incluso en algunas zonas de los ya
desarrollados sigue siendo habitual que los alumnos o sus padres tengan que
poner los medios necesarios para llegar al colegio.
Los niños no se juntaban con las niñas
Realmente esto no es una diferencia,
pues hoy en día siguen existiendo centros en los que se separa al alumnado por
sexos e incluso centros en los que no se admite a uno de ellos. Sin
comentarios.
El año escolar era más corto que ahora
Hacia 1870, el año escolar tenía una
duración de 132 días (hoy es de unos 180 días), el horario normal era de nueve
de la mañana a dos de la tarde con un descanso de una hora para comer y estirar
las piernas. Esto tenía una razón lógica para ser así ya que muchas familias
necesitaban de toda la ayuda posible para recoger la cosecha y muchos niños
abandonaban la escuela para ayudar a sus padres en el campo. ¿Os suena de algo?
Material escolar escaso y casero
Olvídense de esa imagen de los alumnos
escribiendo en papel con pluma y tintero, lápiz o bolígrafo. En esos tiempos
eran materiales que estaban al alcance de muy pocos bolsillos. Una losa de
pizarra y una tiza era el material común para el colegio en esos días.
El alumno-profesor
En algunas ocasiones los alumnos mayores o aquellos más
avanzados eran los encargados de dar clase a los más pequeños o a los más
"torpes". Algo así como los hermanos mayores del cole.
La memorización de las lecciones
Por aquel entonces los profesores enseñaban diferentes
materias, lo más común es que fuera un único profesor el que enseñara tanto
matemáticas como lengua, geografía, historia, latín, etc. Los alumnos tenían
que aprenderse la lección de memoria y luego recitarla delante del profesor
quien podía corregir sobre la marcha algún defecto en la pronunciación o algún
río olvidado.
Estricta disciplina y castigos corporales
Si hay algo que ha cambiado desde aquellos días son los
castigos infringidos por los profesores a los alumnos. En aquellos tiempos
bastaba con llegar tarde a clase, salirse de la fila o no saberse la lección
para recibir un par de azotes.
La comida se traía de casa
En aquellos tiempos, salvo en los internados y por
razones obvias, no existían lo que ahora llamamos comedores escolares. Cada
alumno se traía su comida en una fiambrera de metal. Como el agua corriente era
un bien escaso en el campo, los alumnos bebían agua de un cubo que era llenado
por los alumnos más mayores y con una única taza para toda la clase. Recordemos
que habiendo 10 kilómetros a tu casa, lo de salir a comer y volver después de
la siesta no era muy viable.
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